
Daniel abrió la puerta con mucha tranquilidad observando a la chica con determinación y curiosidad, llevaba el torso al descubierto, musculoso, bronceado. Solo llevaba unos vaqueros bastante usados. Ambos se miraron con atención.
- Pasa. Aquí estas a salvo.- las palabras le salieron de golpe al ver sus ojos húmedos, a punto de llorar, buscando seguridad. Mostraba terror, pero no de él. Algo horrible había vivido a su temprana edad, 17 años. Un sentimiento que no había experimentado en toda su vida la envolvió por completo, deseaba protegerla de cualquier cosa o persona que la hubiera hecho huir despavorida de su hogar.
Ya había pasado un mes de su encuentro. Apenas había hablado de su huida desde que llegó a la cabaña, pero por alguna razón empezó a hablar ahora.
- ¿Crees en los vampiros? - Un hilo de voz emanaba de su garganta. Sin dejar que le respondiera continuó sin mirarle, como si hablase para ella pero muy suave.

-Andrés, uno de mis mejores amigos desde que llegué al lugar, me cogió de la cintura y me sacó de allí. Todos furiosos, como perros de caza ante un conejo, venia a por mí. El me hablaba pero mi cabeza estaba en la matanza de aquel joven tan agradable. Andrés se enfrentó a todos por mi, me dijo que estaba enamorado, que nadie me iba hacer daño mientras pudiera impedirlo. Me llevó lejos de allí y me dijo que corriera y que algún día me encontraría, me mordió en el dedo y me dijo: "Tu sangre me llevará a ti".

Ella se levantó, se abrazó a Daniel y le propinó un apasionado beso.
Danae.
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