En un artículo de El País del 12 de enero de este año, habla de un grupo de científicos que logran desactivar "el instinto asesino" dentro del cerebro a un grupo de ratones, eliminando determinadas neuronas de ciertas partes de sus cerebros: eran impotentes para cazar. Como la fisión del átomo, esto conlleva ventajas y peligros.
Se puede incapacitar a los psicópatas y asesinos en serie de sus pautas de comportamiento, dejándolos hechos unos ángeles por pasiva pero, que personalmente no puedan hacerlo, no quiere decir que alguien como cualquiera de ellos, un asesino con dinero, llame a terceros para que hagan lo que biológicamente el ya no puede hacer. Estamos ante el problema de que el inductor es tan responsable como el tercero que lo realiza.
Por otra parte, se podría pensar que se puede vacunar a la sociedad, eliminando esas neuronas, en aras de una sociedad más "civilizada", que mantenga las buenas maneras, pase lo que pase, pero indefensa ante el poder que lo ha hecho y que puede ser dirigida, si no como corderos, sí como borregos muertos de miedo, por incapacidad de reaccionar libremente, según lo crean conveniente en sus soberanas decisiones. Sería el mundo feliz.
No somos máquinas y creo que, afortunadamente, nunca seremos capaces de controlar el cerebro hasta configurarlo a voluntad. No tengo ni idea de neurociencias ni de psicología y sería fabuloso que se acabara con el asesinato, pero creer que tenemos que eliminar un instinto es como pensar que estamos determinados en nuestro comportamiento y pensamiento por estas fuerzas instintivas y eso es, en mi opinión, decir que la evolución cultural del ser humano ha sido inútil, aunque ya digo que este tema a mí me viene mucho más que gigante.
Ignacio Soto y José María.
1 comentario:
Muy interesante vuestra reflexión
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