Fue el mayor accidente de la historia de la energía nuclear, con permiso de Fukushima: la explosión el 26 de abril de 1986 del Reactor 4 de la Central Nuclear de Chernobil provocó una catástrofe sin precedentes. 31 muertos directos, centenares de miles de trabajadores contaminados (los famosos y heroicos ‘ liquidadores’), millones de evacuados, ciudades abandonadas a toda prisa y un número indeterminable de afectados en una enorme porción de Europa fueron las consecuencias.
Hoy
el mundo es un poco más seguro gracias a una proeza de la ingeniería
y de la política: por primera vez desde el accidente de 1984 los
restos del Reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil están a
cubierto de la lluvia y las inclemencias del tiempo. El llamado Nuevo
Sarcófago de Chernóbil acaba de ser colocado en su posición
definitiva, lo que permitirá que los trabajos de demolición y
descontaminación del reactor afectado se puedan hacer a cubierto sin
miedo a catástrofes climáticas (la cubierta es resistente a
terremotos y tornados) y sin temor de que se puedan liberar sólidos
radiactivos a la atmósfera.
La
tarea era simple en su concepción, casi infantil en su simplicidad:
construir una cúpula tan grande que cubriese por completo los
edificios heridos y la primera cubierta, erigida en condiciones de
extrema urgencia tras el accidente. Pero el tamaño y la situación
han hecho que la ejecución sea hercúlea: el techo, que pesa más de
30.000 toneladas, tuvo que ser construido al lado de las estructuras
contaminadas para después ser desplazado a su posición mediante un
delicado proceso. Sólo la construcción y emplazamiento han costado
más de 1.300 millones de euros y el proceso completo de demolición
superará los 2.500 millones, que se pagarán mediante aportaciones
internacionales: a nadie le conviene mantener abierta esa herida que
hoy está, al menos, mejor vendada.
Esperemos que este accidente y sus consecuencias, estén sirviendo a las autoridades públicas, politicos y por supuestos científicos para recapacitar sobre la conveniencia de seguir dependiendo de este generación de energía altamente peligrosa y contaminante. El futuro lleva el nombre de Renovables y ese debe ser el camino.
Extraído de eldiario.es y Luqca.
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