Una pena que le debamos al impulso artístico tanto la creación como en ocasiones la autodestrucción de muchos artistas. Si no tuvieran esa zozobra que les precipita a una vida tormentosa ¿habrían tenido esa pulsión creadora tan desbordante? La unión de estas fuerzas los vuelca en el arte pero de una forma incontrolada y con la consecuencia de arruinar la vida de si mismos y quienes les rodean. Se me vienen a la cabeza algunos nombres de forma desordenada: Little Walter, un bluesman legendario que murió en una pelea callejera, Dostoievski, etc..
También se me ha venido a la mente una anécdota un tanto jocosa: Cuando los Happy Mondays decidieron grabar su disco en Ibiza, hicieron peligrar la estabilidad económica de la discográfica debido a que volvieron habiendo disparado el presupuesto, por gastárselo todo en fiestas y sin grabar absolutamente nada. Su música entiendo que no esté a la altura de Chopín para muchos, pero junto con su forma de vida fueron precursores de la contracultura Acid House.
No lo cuento ni para venerar estas cuestiones ni para hacer una crítica moralista, aunque sí me gustaría señalar qué los creadores artísticos producen estilos de vida que son una moneda de doble cara, y que una de ellas es más o menos perniciosa, y si nos la apropiamos sin ningún espíritu crítico, podemos perdernos en la vida y llenarla de desgracias.
En opinión de otros comentaristas los grandes artistas acaban matándose generalmente por causas psicológicas; toman drogas de diseño, sexo, popularidad o baño de masas, para sentirse realizados y verse siempre en la cresta de la ola. Sentimentalmente son narcisistas, egocéntricos, no se les puede llevar la contraria y caprichosos, por malos hábitos de popularidad.
Algunas veces la causa es fracaso sentimental, otras veces ruina económica o fracaso profesional, lo que les lleva a evadirse con drogas, alcohol, conducir temerariamente, para evadirse de su situación de vacío interior o para hacer ver de una forma desesperada que son importantes.
Otras veces ocurre que la misma popularidad y el éxito es una droga y como todas las drogas el cerebro pide más dosis por habituamiento. De lo contrario viene el hastío, el aburrimiento, búsqueda de nuevas sensaciones; todo por la necesidad de sentirse reconocidos ante una persona o un público. Esto último tiene que alimentarse continuamente, de lo contrario viene otra vez el hastío, el aburrimiento, búsqueda de nuevas sensaciones. Es una espiral sin fin que sólo Dios y un psiquiatra puede remediar.
José María e Ignacio.
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