miércoles, 24 de julio de 2013

VAGABUNDO.


Ahí está, el vagabundo deambulando sólo por los paisajes urbanos, llevando a cuestas su pobreza; él que no pertenece a nadie ni a nada, vagando por la ciudad, sabrá cual será hoy la pena, cual será la alegría, cuando verá amaneceres que alienten su alma y anocheceres que no acosen su resbaladiza razón.

Esta noche habrá dormido a la intemperie, cubierto con las frágiles  hojas de periódico, con las ropas húmedas, improvisando hogares callejeros  tan grandes como su cuerpo, a ras de un cielo a veces frio y lluvioso y otros calurosos y agobiantes, quizás entreviendo alguna esperada esperanza en las estrellas o en la forma descolorida de las nubes blancas. 

Hay va deambulando por los paisajes urbanos, sin alas de mariposa ni ruido de grillos, con la mente medio dormida, con mil rasgaduras llenando sus ropas andrajosas, con la pobreza dentro de su piel, con la confianza tan debilitada que casi muere ahogada en una de sus respiraciones.

Ahí va el vagabundo por los paisajes urbanos, desprovisto de sueños, con la barba densa, enmarañada, sucia, manchada, arrastrando su decepción eterna sin elevar siquiera su voz en una plegaria, durmiendo bajo los puentes sobre un monótono pentagramas.

Ahí va el vagabundo otra vez por los paisajes urbanos, sin más compañía que una tosca botella de mal vino, sin amigos, en soledad perpetua.

Cruzó el umbral que separa los dos lados, el que da tanto miedo cruzar por lo tanto a lo que se debe renunciar. Y llegó hasta ella vestido de príncipe para convertirse en harapos. Su pasado le persigue como una nube tormentosa y su esperanza se halla perdida en algún recuerdo remoto del pasado. 

Pronuncia esa palabra para ti inexistente llamada felicidad y consérvala en los bolsillos de tus pantalones roídos. Sujétala con fuerza y aunque solo sea por una vez en la vida cree en ella como la única salvadora. Amigo desdichado del otro lado,  cree aunque sea una sola vez y no parezca al alcance de tu mano,  porque no es solo tu derecho legítimo, sino el de toda existencia humana.

Ignacio Pérez Jiménez.

No hay comentarios: