De pequeño, como a todo el mundo, nos llevaban a la feria nuestros padres los cuales nos hacían disfrutar de unos días maravillosos en los que, si había crisis, nosotros no nos enterábamos, al menos como ahora.
Las vueltas por el recinto ferial era lo que primaba, paseando por sus calles y lo que más nos llamaba la atención era entrar en la Calle del Infierno donde nos esperaba la diversión máxima, subirnos en los carruseles, en el látigo, los coches locos, el barco vikingo, la noria, el gusano loco, las tómbolas, la olla,.... ¡que días aquellos!.
Bailar, bailar no es que fuese nuestro fuerte pero se intentaba. Realmente la feria de abril en Sevilla es un mundo aparte, una pequeña ciudad dentro de otra, con sus casetas privadas solo para socios e invitados y algunas pocas de entrada libre donde se refugian muchos sevillanos y visitantes que no tienen la oportunidad de ser socios de alguna privada o no conocen a nadie.
Estos últimos años se está notando bastante la crisis, la asistencia al Real es menor y el consumo en sus casetas ha caído bastante, eso de ser tan generosos como antes ha pasado a mejor vida, pero aún así no dejaremos de dar nuestro paseo y gastarnos algún que otro eurillo.
Bueno que lo paséis bien si al final os atrevéis a venir por aquí.
Fernando y Enrique.
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