Andrea
se había acostumbrado a la presencia de los monstruos. Al principio
le costaba cierto esfuerzo estar junto a ellos sin pasas miedo. Era
unos monstruos enormes provistos de una ferocidad terrible tan
peligrosos que debían de estar encerrados en jaulas.
Andrea
recordaba como cada noche, desde su carromato, acostada en la cama,
podía percibir el ruido que ocasionaban las criaturas intentando
derrumbar los barrotes. Y los pavorosos gritos de rabia que lanzaban
hacia el cielo abierto exigiendo su libertad. Eso le estremecía
pero fue perdiendo progresivamente el miedo hasta hacerlo
desaparecer del todo.
La
tarea que le había designado su madre -miembro de aquel circo
ambulante- le había servido para acostumbrarse a la presencia de
aquellos seres. Su tarea consistía en darles de comer. No había mas
que llevarles un plato lleno y dejarlos cerca para que pudiera estar
al alcance de sus garras. Eso si, una vez depositado el plato emprendía
la huida de inmediato.
Poco
a poco fue permitida su presencia en la cacería de los monstruos.
Miles de ellos poblaban el bosque y andaban a través del mismo a sus
anchas, libremente, a veces era un grupo considerablemente grande
pero distanciados unos metros. Aunque se ignoraban los unos a los
otros. Lo unico importante era la supervivencia.
Entonces
Williams y Smith actuaban. Iban
provistos de redes inmensas y solo ellos conocían la mejor manera de
manejarlas para atrapar a las criaturas. Una de sus estrategias
consistía en subir a los arboles y esperar pacientemente a que
llegara el momento de que las criaturas estuvieran cercas y
arrojarles la red, lo cual solía sobresaltar a la criatura que no se lo esperaba y que inútilmente intentaba
liberarse, pero los movimientos furiosos que realizaba, mas que
liberarlos, conseguían complicar aun mas las madejas, convirtiendose
en una trampa infalible.
Si,
ellos dos conocian muy bien el comportamiento de las criaturas y los
trucos para apresarlos. Pero la vida, de Andrea sufrio un giro
considerable cuando encontró aquel ser en una de las partes del
bosque. Estaba
dando uno de sus paseos por el bosque, siempre con el
permiso de su madre que era ,premisa ,obligatoria, cuando escucho un
ronroneo suave de una de las partes de aquel prado. Podía ser
perfectamente cualquier animal del bosque: no parecía un sonido
emitido, por algo que, resultara peligroso, sino inofensivo y
dulce. Así que decidio aproximarse para descubrir de que se trataba.
Y
encontro la criatura más entrañable que un ser humano podía
encontrar. Era una especie de gato , aunque su cuerpo no era
exactamente igual pues era mas alargado. Andrea experimento tal
simpatia ante un ser tan simpático que no pudo evitar cogerlo
suavemente y acariciarlo y en un arrebato, infantil de entusiasmo, cogerlo y llevarselo a su carromato para convertirlo en su mascota.
Seguro que su madre estaria de acuerdo.
Ignacio Pérez Jiménez.
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