jueves, 11 de octubre de 2012

ANDREA Y LOS MONSTRUOS II.



Andrea recibió una buena reprimenda cuando le mostró el pequeño monstruo a su madre envuelto en una manta. Le culpo de haberse comportado de forma irresponsable e imprudente. Y eso a pesar de haberle advertido docenas de veces del peligro que entrañaba llevarse cualquier cosa del bosque. Nunca se sabía que misterio podía encontrar en ellos. Pero los niños eran así. 

Andrea le contesto que sí le parecía una buena idea podía remediar el asunto dejando a la criatura en el mismo lugar en que lo encontró, algo a lo que se opuso totalmente la madre, alegando que era muy peligroso pues la madre de este monstruo debía de sentirse tremendamente  enfurecida.

Le comunicó que la mejor idea era preparar a todo el grupo del ataque hostil de la madre. Para ello se necesitarían mucha artillería y tiradores profesionales, cuyo ramo, debido a el carácter arriesgado del circo ambulante, eran muy abundantes.

La madre advirtió seriamente a Andrea que bajo ninguna circunstancia permitiera que saliera de su tienda  a no ser que fuera bajo su permiso a lo que Andrea obedeció fielmente, consciente del peligro que había expuesto a todo el circo.

Este empezó a tomar las medidas pertinentes de seguridad. Las tiendas formaron un circulo completo de forma que no dieran terreno libre de acceso a nadie. Después los tiradores más experimentados se colocaron en los partes exteriores que circundaban el interior de las tiendas y permanecieron allí, con los fusiles cargados y dispuestos a ser utilizados en cuanto la madre diera indicios de su presencia.

Transcurrieron dos noches sin que aconteciera nada. No se podía prever en que momento aparecería. Durante ese tiempo, para no aburrirse fumaron y conversaron entre ellos. Los otros miembros del circo se movían nerviosamente dentro de sus tiendas.

Finalmente, la tercera noche apareció la madre. Lo supieron en cuanto oyeron sus lamentosos quejidos combinados con una gran furia devastadora. Los tiradores se colocaron en sus puestos y prepararon sus armas. El momento había llegado.

Les impresionó el tamaño de su madre. Superaba con creces a cualquiera de las criaturas encerradas en las jaulas. Tenía un aspecto decididamente intimidatorio.

Las primeras balas no ocasionaron ningún daño. La criatura permanecía imbatible. Tuvieron que recurrir a un nuevo tipo de artillería. Para ello otros iban hacia dentro en busca de las balas mientras los otros la dejaban a raya como podían. Pero ni siquiera la nueva artillería era capaz de dejar mella en el cuerpo indestructible de la criatura por mucho que fuera certeros los disparos.

El monstruo estaba cada vez mas amenazadoramente cerca. No podían detenerlo. Algunos pensaban que iban a morir en el intento. Iba a destruir todos los carromatos con una gran facilidad, haciendo derrumbar todo con una fuerza arrasadora hasta encontrar a su hijo.

Pero ya cuando se encontraba muy cerca, los disparos fueron tan numeroso que el cuerpo de la criatura no lo resistió y se desplomo muerta en el suelo. Todo el mundo lanzo un grito de triunfo lleno de júbilo.

Andrea, desobedeciendo la orden de su madre, había sido espectadora de todo. La criatura pequeña sollozaba al ver el dramático final de la madre.

Andrea salto desde la tienda y corriendo hacia la criatura, deposito una bella rosa de intensos colores para rendirle un homenaje y después se dirigió, de nuevo, hacia su carromato.

Ignacio Pérez Jiménez.

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