Andrea
recibió una buena reprimenda cuando le mostró el pequeño monstruo
a su madre envuelto en una manta. Le culpo de haberse
comportado de forma irresponsable e imprudente. Y eso
a pesar de haberle advertido docenas de veces del peligro que
entrañaba llevarse cualquier cosa del bosque. Nunca se sabía que
misterio podía encontrar en ellos. Pero los niños eran así.
Andrea
le contesto que sí le parecía una buena idea podía remediar el
asunto dejando a la criatura en el mismo lugar en que lo encontró,
algo a lo que se opuso totalmente la madre, alegando que era muy
peligroso pues la madre de este monstruo debía de sentirse tremendamente enfurecida.
Le
comunicó que la mejor idea era preparar a todo el grupo del
ataque hostil de la madre. Para ello se necesitarían mucha
artillería y tiradores profesionales, cuyo ramo, debido a el
carácter arriesgado del circo ambulante, eran muy abundantes.
La
madre advirtió seriamente a Andrea que bajo ninguna circunstancia
permitiera que saliera de su tienda a no ser que
fuera bajo su permiso a lo que Andrea obedeció fielmente, consciente
del peligro que había expuesto a todo el circo.
Este
empezó a tomar las medidas pertinentes de seguridad. Las tiendas
formaron un circulo completo de forma que no dieran terreno libre de
acceso a nadie. Después los tiradores más experimentados se
colocaron en los partes exteriores que circundaban el interior de las
tiendas y permanecieron allí, con los fusiles cargados y
dispuestos a ser utilizados en cuanto la madre diera indicios de su
presencia.
Transcurrieron
dos noches sin que aconteciera nada. No se podía prever en que
momento aparecería. Durante ese tiempo, para no aburrirse
fumaron y conversaron entre ellos. Los otros miembros del circo se
movían nerviosamente dentro de sus tiendas.
Finalmente,
la tercera noche apareció la madre. Lo supieron en cuanto oyeron sus
lamentosos quejidos combinados con una gran furia devastadora. Los
tiradores se colocaron en sus puestos y prepararon sus armas. El
momento había llegado.
Les
impresionó el tamaño de su madre. Superaba con creces a cualquiera
de las criaturas encerradas en las jaulas. Tenía un aspecto
decididamente intimidatorio.
Las
primeras balas no ocasionaron ningún daño. La criatura permanecía
imbatible. Tuvieron que recurrir a un nuevo tipo de artillería. Para ello otros iban hacia dentro en busca de las balas mientras los otros
la dejaban a raya como podían. Pero
ni siquiera la nueva artillería era capaz de dejar mella en el
cuerpo indestructible de la criatura por mucho que fuera certeros los
disparos.
El
monstruo estaba cada vez mas amenazadoramente cerca. No podían
detenerlo. Algunos pensaban que iban a morir en el intento. Iba a
destruir todos los carromatos con una gran facilidad, haciendo
derrumbar todo con una fuerza arrasadora hasta
encontrar a su hijo.
Pero
ya cuando se encontraba muy cerca, los disparos fueron tan numeroso que el cuerpo de la criatura no lo
resistió y se desplomo muerta en el suelo. Todo el mundo lanzo un
grito de triunfo lleno de júbilo.
Andrea,
desobedeciendo la orden de su madre, había sido espectadora de todo. La criatura pequeña sollozaba al ver el dramático final de
la madre.
Andrea
salto desde la tienda y corriendo hacia la criatura, deposito una
bella rosa de intensos colores para rendirle un homenaje y después
se dirigió, de nuevo, hacia su carromato.
Ignacio Pérez Jiménez.
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