La
observo. Ella me mira detenidamente. No estoy acostumbrado a ese tipo
de reacciones en las chicas. Por lo general paso desapercibido. Pongo
el cigarro en el cenicero. Echo un vistazo al local. Hay fotografías
grandes dispersas por toda la cafetería-restaurante . Me fijo con
especial atención en una que se encuentra justo delante de mi. Es
una fotografía de Marilyn Monroe. Tiene una mirada penetrante,
intensificada por lo largo que se ha pintado las pestañas. También
tienen una mirada dulce, llena de humanidad, combinada con cierta
provocación. Es una expresión que solo Marilyn puede conseguir. Por
alguna razón ella es única y lo demuestra enteramente en esta
fotografía. Compruebo que hay más fotos de actores y actrices
antiguos, de la época en que los sueños se rodaban en blanco y
negro. Es un estilo recurrente de estos locales caracterizar sus
paredes con este motivo pero siempre resulta agradable, estiloso y
acogedor. No resulta para nada un motivo sobrante. Aparece Paul
Newman vestido de vaquero, con un cigarro colgando voluntariamente de
la boca unos centímetros. También esta Audrey Hepburn. Cuando un
hombre afirma que prefiere a Audrey que a Marilyn, creo que miente
como un bellaco.
A todos los hombres les encanta el estilo sexy de
Marilyn. Recuerdo la primera vez que vi a Marilyn llevaba un vestido
muy ceñido. Creo que era de color rosa y estaba llena de joyas.
Descendía por una escalinata y estaba rodeada de hombres que vestían
muy elegantemente, como intentando pretenderla. Recuerdo a mi madre
ataviada con una bata del mismo color, sentada en una butaca y con
las piernas dobladas sobre el cojín. Encima de las rodillas había
un cuenco lleno de palomitas. “Me encanta esta película. Marilyn
es maravillosa” me dice.
Vuelvo
a pensar en la chica detrás del mostrador. Me sigue mirando. Empiezo
a pensar que me conoce de algo. Quizás era una compañera de clase
de mi infancia. Alguien que entre el cumulo de gente que esta
charlando y consumiendo cerveza ha relacionado mis facciones con las
que yo tenia de niño. Lo cual conducirá, si se entabla un dialogo a
conversación de días antaño donde yo me empeñaba en golpear la
pelota del mejor modo posible para quedar bien considerado y no
pertenecer al grupo de los débiles. Lleva una camiseta de Los
Ramones. Le gusta el “punk ”, por lo tanto debo creer que no le
gustara el “pop”, que desdeñara a los mismísimos Beatles, que
desdeñara mi colección de discos importados de Inglaterra y
seguramente se pondrá loca en un concierto y que se pondrá a dar
gritos bajo los efectos de una enérgica música atronadora, lo cual
me parece legitimo.
Me
sigue mirando. Me empieza a desconcertar. Puedo adivinar sus
pretensiones. Ahora llega el momento delicado. Cualquier gesto que yo
pueda hacer conlleva un riesgo. Si algo he aprendido de las mujeres a
través de mis escasas relaciones es que son imprevisibles. Uno no
sabe como van a reaccionar o como te van a interpretar. El cigarro
sigue consumiéndose, relegado al olvido, posado sobre el borde del
cenicero.
La
chica desinteresada mira en otra dirección. Estoy seguro de que tras
la observación viene la conclusión. La miro repetidas veces.
Intento comprobar si su interés es lo suficientemente grande como
para fijarse otra vez en mi con la misma atención pero ella esta
ocupada en sus quehaceres, en ordenar los platos, en atender los
clientes haciendo sus peticiones...finalmente compruebo que no tiene
interés en mi o al menos el mismo que tenia. Se ha esfumado. Recojo
el cigarrillo y decepcionado abandono el local. Otra ocasión
fallida. Ya vendrán mas. Los perdedores tenemos tendencia a repetir
los tantos. Por algo somos perdedores. Exhalo una bocanada de humo
para volver a adaptarme al exterior y durante el camino entono una
canción para animar mi animo un poco ensombrecido.
Ignacio Pérez Jiménez
1 comentario:
Bonito relato. Hace tiempo que esperaba que Ignacio se prodigase por el blog. Bienvenido de nuevo. No tardes mucho en publicar el siguiente.
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