Lo recuerdo perfectamente. Casi todos eran negros y vivian en la mas
profunda de las miserias. A un lado y otro se amontonaban por doquier
gruesas bolsas de basura y contenedores que no tenían mayor capacidad. Las moscas y la suciedad reinaban por doquier.
Todo estaba mugriento.
Ahora, el nuevo mandato del Alcalde, muy discutido entre otros miembros de la alcaldía,
les daba una nueva oportunidad, una oportunidad para ser felices.
Ahora se les veía sonrientes, desempeñando trabajos que le
permitían ganar un sueldo razonable. A las mujeres negras, con los hijos cogidos constantemente de la mano, se las veía vender cupones por las calles interpelando a los viandantes que en
esos momentos pasaban por allí, mientras los hombres limpiaban los restos de
basura que diariamente la gente sacaba de sus casas.
El
muchacho que repartía periódicos era tan feliz como cualquier
otro. Entregaba los diarios con una sonrisa llena de
iluminación. Daba gracias a todo aquel que realizaba
una compra y al final de la jornada contaba orgulloso el dinero que había acumulado durante el trabajo para después regresar a su humilde barrio de gente
rejuvenecida en la esperanza.
Pero
pronto aquel sistema idílico de igualdad social, comenzó a perder
estabilidad. Nadie lo pudo predecir. Pero después de haber obtenido
tan rentables resultados, la ley se revocó y todos aquellas gentes
que habian dedicado su tiempo a efectuar un trabajo volvieron
masivamente a aquellas callles miseras con el rostro consternado por la tristeza y el peso de ser engañados, burlados y
abandonados. Ya no
veo al chico de los periódicos ocupando su lugar de venta.
De
nuevo la injusticia y la ignorancia se volvio a establcer en la
ciudad. Los concejales estaban ahora mas contentos, sus leyes eran, según sus argumentos, mas razonables. Me llené de indignacion
cuando vi sus fotos en los periodicos sonrientes y brindando con
cava mientras otros se pudren literalmente. Hoy mi corazon esta
pero que muy, muy indignado.
Ignacio Perez Jiménez..
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