miércoles, 26 de septiembre de 2012

DESDE UNA VENTANA ILUSORIA.

Me aproximé a la ventana y observé al chico nuevo que repartía los periódicos. Estaba sonriente, tan lleno de felicidad como el resto de gente que, gracias al Alcalde, han pasado de vivir en lugares marginales a vivir en lugares mas dignos, que abandonaron aquellas viejas edificaciones de material pobre, donde se les veía tan fácilmente, sentados a las puertas de sus casas observando con ojos curiosos como los coches pasaban por allí  con aire indiferente.

Lo recuerdo perfectamente. Casi todos eran negros y vivian en la mas profunda de las miserias. A un lado y otro se amontonaban por doquier gruesas bolsas de basura y contenedores que no tenían mayor capacidad. Las moscas y la suciedad reinaban por doquier. Todo estaba mugriento.

Ahora, el nuevo mandato del Alcalde, muy discutido entre otros miembros de la alcaldía, les daba una nueva oportunidad, una oportunidad para ser felices. Ahora se les veía sonrientes, desempeñando trabajos que le permitían ganar un sueldo razonable. A las mujeres negras, con los hijos cogidos constantemente de la mano, se las veía vender cupones por las calles interpelando a los viandantes que en esos momentos pasaban por allí, mientras  los hombres limpiaban los restos de basura que diariamente la gente sacaba de sus casas.

El muchacho que repartía periódicos era tan feliz como cualquier otro. Entregaba los diarios con una sonrisa llena de iluminación. Daba  gracias a todo aquel que realizaba una compra y al final de la jornada contaba orgulloso el dinero que había acumulado durante el trabajo para después regresar a su humilde barrio de gente rejuvenecida en la esperanza.

Pero pronto aquel sistema idílico de igualdad social, comenzó a perder estabilidad. Nadie lo pudo predecir. Pero después de haber obtenido tan rentables resultados, la ley se revocó y todos aquellas gentes que habian dedicado su tiempo a efectuar un trabajo volvieron masivamente a aquellas callles miseras con el rostro consternado por la tristeza y el peso de ser engañados, burlados y abandonados. Ya no veo al chico de los periódicos ocupando su lugar de venta. 

De nuevo la injusticia y la ignorancia se volvio a establcer en la ciudad. Los concejales estaban ahora mas contentos, sus leyes eran, según sus argumentos, mas razonables. Me llené de indignacion cuando vi sus fotos en los periodicos sonrientes y brindando con cava mientras otros se pudren literalmente. Hoy mi corazon esta pero que muy, muy indignado.

 Ignacio Perez Jiménez..

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