Nanovehiculo de Viaje alucinante. |
¿Alguien recuerda Viaje alucinante,
dirigida en 1966 por Richard Fleischer? En esta película, un submarino y su
tripulación son miniaturizados para navegar por el interior de una persona y
destruir un coágulo formado en su cerebro. Pues bien, los nuevos
sistemas de liberación inteligente o dirigida de fármacos son ya una
realidad sin necesidad de tener que miniaturizar al personal médico.
Eso sí, a medida
que pase el tiempo, estos sistemas se irán haciendo más complejos, sofisticados
y versátiles y, quién sabe, puede que sean capaces de convertirse en
auténticos nano-robots. Hoy por hoy esto es parte de la ciencia
ficción, pero veamos qué fármacos inteligentes están ya disponibles gracias a
la nanotecnología. Esta disciplina, al trabajar en una escala
sumamente pequeña (un nanómetro equivale a una mil millonésima
parte de un metro), permite la manipulación de los materiales a nivel
molecular, cambiando sus propiedades de forma asombrosa.
En el ámbito
médico, la nanotecnología ha posibilitado la denominada liberación
controlada de fármacos, mediante la cual el principio activo que se
desea hacer llegar a una región del organismo se une a un dispositivo de tamaño
nanométrico que lo dirige al lugar adecuado. Así aumenta su eficacia y se
evitan los efectos secundarios en otras partes del cuerpo. Sin embargo, este
‘nanovehículo’ debe cumplir varios requisitos, como ser resistente en los
medios biológicos, tener una vida media relativamente elevada y, evidentemente,
no ser tóxico.
Cuando funciona,
el sofisticado tándem (principio activo del fármaco y vehículo que lo
transporta) es capaz de atravesar capilares, poros y membranas
celulares. En otras palabras, los fármacos inteligentes funcionan de
manera análoga a un misil que rastrea el calor hasta llegar a su objetivo. En
este caso el medicamento se mueve por el torrente sanguíneo o el interior de
las células hasta llegar a su destino para liberar total o parcialmente su
principio activo.
Los nanotubos de carbono. |
Para ello se
utilizan nanotransportadores como los dendrímeros –moléculas
artificiales que encapsulan la medicina– o los nanotubos de carbono
–conductos diminutos de láminas de átomos de carbono enrolladas por los que
circula el medicamento–. Estos ‘vehículos’ incorporan sustancias, por ejemplo
proteínas, que reconocen otras proteínas específicas de la célula o tejido
enfermo. En otros casos, si el nanotransportador es magnético puede ser guiado
hasta la zona afectada mediante campos magnéticos externos, igual que
movemos un clip sobre una superficie de papel con un imán.
Aunque esta
estrategia parezca ciencia ficción, en la actualidad ya se comercializan alrededor
de 200 fármacos que emplean diversos tipos de vehículos nanométricos
para su administración por vía oral, intravenosa, inhalada o tópica. Entre
ellos podemos mencionar los liposomas de daunorubicina para el tratamiento
de leucemias, los liposomas de doxorubicina para tratar el
carcinoma de ovario o las nanopartículas de albúmina con paclitaxel
para curar el cáncer de mama.
De cara al futuro
hay otras propuestas como las terapias térmicas basadas en las nanopartículas o
la medicina regenerativa a partir de nuevos biomateriales.
Pero de ello hablaremos en otra ocasión.
Pedro Serena es investigador en el Instituto de Ciencia de Materiale de Madrid del CSIC y autor del libro La nanotecnología (Catarata-CSIC).
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