LLEGÓ EL CAOS Y CON ÉL LA PAZ

Danae tenía una vida activa, una vida feliz, una vida completa, un deseo, el tener un perro, una mascota para dar y recibir, tener compañía, un compañero de paseo, juegos, de alegrías y tristezas, pero no era el momento, aún no lo era.

Cómo no sabemos lo que nos va a deparar el día cuando nos levantamos, Danae realizó la misma tarea antes de salir de casa y salió con una sonrisa en los labios sin saber que por mucho, mucho tiempo no la volvería a sentir en su cara.

Cuando terminó el día, Danae, estaba desconsolada, aterrada, desconcertada, violentada, intimidada, humillada, sola, desprotegida, perdida, insegura de sí misma y de  los demás. Estaba, llorando, hundida en un pozo sin fecha de salida, su mundo se le había caído encima. Sus ganas de volverse a levantar de la cama se habían ido, sus ganas de esperar y disfrutar con lo bueno que se le avecinaba cada día y sin fuerzas de afrontar lo malo, simplemente no podía, el alma le pesaba demasiado los pensamientos se le abotagaban y no podía asimilar nada.

Pasaban las horas, los días, las semanas y los meses, solo pensaba en estar en la cama porque ni el pensar, ni el decidir el desayuno diario podía hacer de buena gana. Los días eran un sufrimiento si estaba despierta, los días eran miedo si se veía en la soledad, los días eran lluvia en sus ojos, en su alma y en su corazón. Su angustia crecía, su miedo era más grande que todos sus pensamientos, lo cotidiano era tareas tan desmedidas para ella que eran más que un mundo, se escondía en los rincones para no hacerlas. Era un caos, todo patas arribas, no quería compartir el sufrimiento con nadie, ya no le importaba su aspecto, ya no podía llevar su casa, ya no podía llevar su vida como lo hacía, el control, lo había perdido y con ello sus esperanzas, deseos, ganas de seguir un día más aquí.

Varios médicos velaban por su salud, ella quería recuperarla, su salud mental para poder tener lo que de un soplo le habían arrebatado.

Meses que pasaban sin vivir, meses sin salir sola de su mundo, tras los muros de su casa, tras los cerrojos que no le daban la seguridad robada.

En un mundo caótico, en un mundo sin fe, sin luz, oscuro, tenebroso, en un mundo sin alegrías, sin tener una razón para levantarse porque no tenía importancia las que la vida le daba.

Y vino la paz, cuando su pastora, su lupita llegó a su vida, por ella empezó a levantarse a diario, a limpiar y asear el hogar, a tener una compañera en su vida, en su casa, quien la esperaba cuando salía, quien la esperaba a que se levantase, quien esperaba que la sacara a la calle las veces necesarias y no las que tuviera gana ella que eran ninguna, quien dependía para que le alimentara, aseara, comprarle sus juguetes, lo necesario para tener su estancia lo mejor posible, sus cuidados más que básicos, sus colchones limpitos para que no dieran olor en el hogar, quien la acompañaba a la hora de la siesta, quien se dejaba abrasar, quien no podía estar sin juegos diarios, sin actividad diaria, sin atenciones. Todo ello obviamente lo hacía con o sin ganas, como aun no estaba bien emocionalmente había días que sus tareas con lupita eran una bendición y otras una pesadillas, pues nuestro ánimos no es entendible por los perros, pero esos días de pesadillas porque no había ganas de otro día mas seguir hacia a delante a lo largo de ese día mejoraba con tan solo verla disfrutar de sus paseos, de su compañía y hasta esos días tan horribles cuando recordaba el mal día que tuvo que le marco para siempre lo hacía más llevaderos. Ella, la lupita empezó a tener fuerza en su vida, a tener poder terapeutico, a tener no solo un hueco en su corazón si no ocuparlo de lleno. 

Por ella empezó a relacionarse con sus vecinos, ha conocer gente en un pueblo donde no conocía a nadie, a quedar con ellos para que los perros jugaran entre ellos mientras que los vecinos, se hacían más amigos, mas cómplices a compartir sus historias, sus conocimientos, sus cuidados, sus inexperiencias.

DANAE.