Cuando
evitas lanzarte a bomba en la piscina porque
ya no procede a tus treinta y tantos, cuando pides un triste
cucurucho en el quiosco de helados aunque en secreto te siga
apeteciendo un drácula, ahí te das cuenta que crecer es una pose,
una trampa mortal enfocada a ampliar nuevos nichos de mercado, o a
borrar cualquier rastro de lo que en esencia fuimos.
Nadie
muere a bordo de un coche de
juguete, nadie muere abatido por pistolas de agua, nadie muere
fingiendo fumar cigarrillos de chocolate, nadie muere adicto al
refresco de naranja, ni por sobredosis de caramelos, pero los coches
matan, las balas matan, el tabaco mata, el alcohol mata y las
pastillas matan. Así que crecer, tal vez, no sea más que una
postura peligrosa y que los años, en verdad, nos hagan más cínicos
y tontos, y ansiemos los mismos juguetes pero más letales. Echemos
un vistazo atrás y pensemos por qué realmente dejamos de hacer
muchas de esas cosas que nos entusiasmaban.
Somos
niños disfrazados hasta el día en que olvidamos para siempre que
llevamos un disfraz.
La redacción del blog.
Extraído de 20 Minutos.
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