lunes, 4 de mayo de 2020

Una historia de cipreses


Dicen que antiguamente había muchos árboles en nuestras tierras. Había muchos bosques de cipreses y sus árboles tenía una altura de hasta 35m y su diámetro podía alcanzar hasta los 60 m.


El ciprés común fue muy cultivado en el mundo greco-romano, convirtiéndose en un elemento común del jardín mediterráneo. Los griegos lo consideraban como símbolo de la belleza femenina.


No está clara la procedencia de su simbología funeraria que actualmente se le concede. Se piensa, dado que es un árbol que siempre está verde y majestuosamente apuntando al cielo, que ayudaba a las almas de los muertos a elevarse en esa dirección.


En la antigüedad se plantaban a la puerta de una vivienda dos cipreses para indicar a los viajeros que la hospitalidad de la casa les ofrecía comida y cama durante unos días.


En la Biblia aparece varias veces el ciprés. En el Templo de Salomón se utilizó su madera junto con la del cedro. Incluso se ha comentado que el arca de Noé fue construida con esta madera.

Muchas cosas sugieren que el ciprés, ya en la época prehelénica, fue un árbol simbólico religioso al que más tarde se relacionó con cultos del mundo subterráneo. Por este motivo fue plantado a menudo junto a los sepulcros, y además, a causa de su virtud de repeler hechizos malignos, también fueron cercados. 


Decíase que unas ramitas de ciprés puestas debajo de las semillas preservaban a éstas de los elementos dañinos. 

El árbol de las hojas siempre verdes y de larga vida con su duradera madera era también símbolo de longevidad. Dado que también se le representa en cuadros del paraíso, pudo plantarse junto a las tumbas cristianas como símbolo de la esperanza en el más allá y representarse en los sarcófagos, aunque anteriormente muchos ídolos se habían tallado en madera de ciprés.


Fue utilizado por las antiguas civilizaciones mediterráneas para la construcción de sus barcos. En la historia de la navegación fueron los fenicios, reconocidos como muy buenos marinos, quienes lo utilizaron para la construcción de barcos mercantes capaces de transportar cargas considerables, sino también buques de guerra mayores y más efectivos que cualquiera de los fabricados por sus contemporáneos, los egipcios y los egeos.



El talento naviero de este pueblo se desarrolló a la par de su actividad comercial, pesquera y, en menor medida, guerrera. Los barcos fenicios estaban hechos de maderas resistentes, como el cedro, pino, encino y ciprés. Llegaron a tener barcos muy grandes, que también aprovechaban la fuerza del viento por medio de velas rectangulares.

Al necesitarse barcos fueron cortando los cipreses que poco a poco fue desapareciendo de nuestro entorno. Por aquello de “Los perjuicios” dejaron sólo los que habían en los cementerios de ahí que asociemos estos árboles a los cementerios.


Pero si visitamos los restos de cualquier antigua ciudad Romana como por ejemplo Itálica nos lo encontramos adornando sus grandes avenidas.


F.M.

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