Dicen
que antiguamente había muchos árboles en nuestras tierras. Había muchos bosques
de cipreses y sus árboles tenía una altura de hasta 35m y su diámetro podía
alcanzar hasta los 60 m.
El
ciprés común fue muy cultivado en el mundo greco-romano, convirtiéndose en un
elemento común del jardín mediterráneo. Los griegos lo consideraban como
símbolo de la belleza femenina.
No está
clara la procedencia de su simbología funeraria que actualmente se le concede.
Se piensa, dado que es un árbol que siempre está verde y majestuosamente
apuntando al cielo, que ayudaba a las almas de los muertos a elevarse en esa
dirección.
En la
antigüedad se plantaban a la puerta de una vivienda dos cipreses para indicar a
los viajeros que la hospitalidad de la casa les ofrecía comida y cama durante
unos días.
En la Biblia
aparece varias veces el ciprés. En el Templo de Salomón se utilizó su madera
junto con la del cedro. Incluso se ha comentado que el arca de Noé fue
construida con esta madera.
Muchas
cosas sugieren que el ciprés, ya en la época prehelénica, fue un árbol
simbólico religioso al que más tarde se relacionó con cultos del mundo
subterráneo. Por este motivo fue plantado a menudo junto a los sepulcros, y
además, a causa de su virtud de repeler hechizos malignos, también fueron
cercados.
Decíase que unas ramitas de
ciprés puestas debajo de las semillas preservaban a éstas de los elementos
dañinos.
El árbol de las hojas siempre verdes y de larga vida con su
duradera madera era también símbolo de longevidad. Dado que también se le
representa en cuadros del paraíso, pudo plantarse junto a las tumbas cristianas
como símbolo de la esperanza en el más allá y representarse en los sarcófagos,
aunque anteriormente muchos ídolos se habían tallado en madera de
ciprés.
Fue
utilizado por las antiguas civilizaciones mediterráneas para la construcción de
sus barcos. En la
historia de la navegación fueron los fenicios, reconocidos como muy buenos marinos,
quienes lo utilizaron para la construcción de barcos mercantes capaces de
transportar cargas considerables, sino también buques de guerra mayores y más
efectivos que cualquiera de los fabricados por sus contemporáneos, los egipcios
y los egeos.
El
talento naviero de este pueblo se desarrolló a la par de su actividad
comercial, pesquera y, en menor medida, guerrera. Los barcos fenicios estaban
hechos de maderas resistentes, como el cedro, pino, encino y ciprés. Llegaron a
tener barcos muy grandes, que también aprovechaban la fuerza del viento por
medio de velas rectangulares.
Al
necesitarse barcos fueron cortando los cipreses que poco a poco fue
desapareciendo de nuestro entorno. Por aquello de “Los perjuicios” dejaron sólo
los que habían en los cementerios de ahí que asociemos estos árboles a los
cementerios.
Pero si
visitamos los restos de cualquier antigua ciudad Romana como por ejemplo
Itálica nos lo encontramos adornando sus grandes avenidas.
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