Ya no escribo versos desde tu ida,
ya no hay amaneceres que despierten
la oscuridad de la noche,
ya no hay pájaros que en sus cantos
madrugadores rimen tu nombre,
ya no atraviesan estepas cubiertas
de la piel verde de la Naturaleza,
ya no hay sonetos que llenen
los compases de este pentagrama
sin escalas ni ritmo,
tañido gris que se oye mas allá del horizonte,
ya es inteligible el idioma de sueños
e ilusiones que una vez conocieron mis brazos.
Ya no hay primaveras,
ya no se tuercen las ramas de los arboles
al ser tocadas por la brisa,
ya no silba el viento su melodía
compuesta de notas suaves,
ya encuentro mi cuerpo vació
de besos y caricias
y en la medianoche grito angustiado
tu nombre hasta que se llene de su eco
hasta el ultimo rincón de la noche.
Mi corazón se desangra
entre un ramillete de flores feas,
entre una tempestad intempestiva
de ráfagas heladas
que pretenden erosionar
mi magullado corazón
con las heridas del desamor,
eclipsando la escasa luz
que de día recuerdo haber visto.
Ignacio Pérez Jiménez.
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