"Estoy
deprimida [o deprimido]" se ha convertido en una frase común, pero la
depresión es mucho más que un malestar pasajero, que es lo que suele reflejar
afortunadamente esta afirmación. En los casos de depresión diagnosticada, de
los 350 millones que estima la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se
producen anualmente, el primer arma suelen ser los fármacos, que, aunque
eficaces en muchos casos, no lo son en muchos otros. Entonces suele entrar la
psicoterapia, que en los últimos años se viene reconociendo como un tratamiento
eficaz cuando falla el farmacológico e incluso como arma de primera línea.
Ahora, los científicos se plantean traducir este entrenamiento mental a sus
efectos físicos, como medio, entre otras cosas, de seleccionar a los pacientes
que se beneficiarían de ella, ya que no resulta eficaz en todos los
casos.
La terapia más
utilizada en la llamada cognitivo conductual (TCC), que recoge aportaciones de
distintas corrientes psicológicas. Algunos grandes estudios concluyen entre el
42% y el 66% de los pacientes dejan de estar deprimidos (en términos
clínicos) cuando la finalizan, recuerda la revista Nature, que ha publicado un
número especial sobre la depresión. Por otro lado, según el estudio clínico más
citado, uno de los fármacos antidepresivos más comunes fue efectivo en menos de
la mitad de los participantes y los síntomas desaparecieron totalmente solo en
un 28% de los tratados. Además, el riesgo de recaída es menor con la
psicoterapia que con la medicación.
La TCC tiene por
objetivo, simplificando, sustituir las opiniones negativas y exageradas de los
pacientes sobre sí mismos y sobre el mundo que les rodea por opiniones más
positivas, es decir, cambiar su percepción del mundo y por tanto su conducta.
Pero como cada persona es un mundo y casi cada terapeuta tiene su propio
método, resulta prácticamente imposible generalizar sobre lo que pasa en
realidad en el cerebro del paciente. A lo largo del entrenamiento, los pacientes
aprenden a vigilar y controlar sus pensamientos para evitar que deriven
hacia lo negativo. Los avances se suelen manifestar a saltos, entre una sesión
terapéutica y la siguiente, según investigaciones realizadas por Robert
DeRubeis, un experto estadounidense. "La habilidad clave es vigilar tus
pensamientos en el momento en que el estado de ánimo cambia a peor y evaluar si
son correctos en ese momento", declara Daniel Strunk, psicólogo, en la
citada revista. Se trata de adquirir una nueva habilidad cognitiva aplicable a
la vida cotidiana.
Los investigadores
han intentado utilizar técnicas de imagen para verlo, y sí que han encontrado
indicios de cambios cerebrales. Los individuos deprimidos a menudo tiene una
actividad exagerada en la amígdala (parte del cerebro implicada en el proceso
de las emociones) que no es controlada adecuadamente por la corteza prefrontal,
responsable de tareas mentales complejas. Los antidepresivos, piensan algunos
investigadores, aquietan la actividad de la amígdala, mientras que la TCC
aumenta la actividad y, por tanto, la capacidad de control de la corteza
prefrontal. Los escasos estudios existentes indican que se producen cambios
cerebrales tras una terapia cognitiva de 14 semanas de duración, pero no son
concluyentes y tampoco se sabe si son la causa o una consecuencia de la mejora
del paciente. Lo que sí parece es que los cambios son perdurables.
Identificar a los
pacientes que se podrían beneficiar de la psicoterapia es uno de los objetivos
de estas investigaciones. Se estudia ahora el metabolismo de la glucosa y se ha
encontrado un indicador, pero todavía se sabe demasiado poco de lo que se
"rompe" en el cerebro durante la depresión para poder elegir un
tratamiento. Hasta se ha intentado calibrar la respuesta, en forma de
dilatación de la pupila, de los pacientes frente a palabras negativas para
avanzar en este conocimiento.
España está en la
parte baja de la tabla de incidencia de la depresión diagnosticada por países,
con menos de un 5% de casos. Si la depresión fuera cáncer, la situación sería
un escándalo, plantean los responsables de Nature sobre esta enfermedad,
que supone, según los datos que presenta, el mayor número de años activos
perdidos, comparado con otras enfermedades. No se han encontrado genes
relacionados con la tendencia a la depresión y los estudios en animales
resultan insatisfactorios. La OMS estima que 350 millones de personas sufren la
enfermedad, lo que la convierte en una de las más comunes, a pesar de que
todavía no existe una definición afinada, muchos enfermos no son diagnosticados
y suelen sufrir discriminación social, y el dinero destinado a su investigación
resulta insuficiente, según los especialistas. Pero esta era la situación del
cáncer hace no tantos años, y ahora ha cambiado en muchos aspectos, como en el
reconocimiento de su complejidad y la reducción del estigma social. La
creciente colaboración entre los neurocientíficos y los psicólogos clínicos es
una vía de salida para este complejo problema, pero la psicoterapia no tiene el
apoyo de los laboratorios farmacéuticos que sí están dispuestos a financiar las
investigaciones sobre medicamentos antidepresivos.
La redacción del blog.
Extraído de Público.es
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