No pensé que aquella
niebla fuera el comienzo de mi confusión. No pensé que aquella
blancura que veía desde mi ventana, podría ser la nada que
progresivamente iba a ir dominando la casa, hasta hacerse dueño de
ella.
Tu ausencia llenaba mis
días de la misma forma que también la llenaba tu persona, tu, con
tus gestos, acertados y desacertados, mezcla de bondad y rabia.
Sentía el vacío llenar
cada estancia con la fuerza de una ola devastadora, dejando todo mojado de la humedad de tus besos, allí
donde nuestra amistad se fortalecía como si arrastráramos pesadas
cadenas de compromiso, que lejos de ser una carga, era lo que nos
hacía mantener juntos y evitar cada temporal de lluvia o nieve que
se nos presentaba por el recorrido.
Y la nada comenzó a
filtrarse por los resquicios de las puertas, adentrándose en
territorios nuevos. Y la cama de nuestros gozos, se
convirtió en un abrupto pantano que daba entrada libre a los
corazones a través de un amplio portal.
Pronto toda la niebla se
apodero de las estancias, de las alacenas, de los manteles, de las
lámparas y de las velas, y el frío de su presencia me hacía añorar
aquellos instantes donde el calor de tu mirada me hacía ver la
primavera.
Y pronto lo bello sucumbió
en un cataclismo, que zarandeo la casa hasta los cimientos, y todos
los recuerdos que tú me habías traído desaparecieron bajo aquel
agujero que arranco mi casa de su sitio.
Ahora atravieso los
pasillos, intentando orientarme con los brazos extendidos hacia las
paredes para no perderme. Pero es tan fría y solitaria esta estancia, que el tacto de cualquier objeto me recuerda tu cara, dueña de otros tiempos caídos en el olvido.
Ojala yo pudiera rescatar
aquellas caras y momentos caídos dentro del precipicio, recuperar
imágenes del pasado con la escasa memoria que aún conservo de ti, y
ordenar este puzle enloquecido donde los paisajes aparecen
distorsionados bajo la penumbra.
Ahora solo espero que las
manos de otra amante reemplacen el puesto ocupados por las tuyas,
pero dudo que tengan la misma suavidad, encanto
misterioso que encerraba el tacto de tu piel, tan contagioso de
alegría y vida como un nuevo Edén, que sepultará las ruinas y las
cenizas con que nuestra historia termino.
Ignacio Pérez Jiménez.
Colaboran Inmaculada, José Miguel y Rafa.
2 comentarios:
Nos ha encantado la historia, muy buena de verdad. Un saludo.
También aquí nos ha gustado mucho. Artistas! Un abrazo!
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