
Tu ausencia llenaba mis
días de la misma forma que también la llenaba tu persona, tu, con
tus gestos, acertados y desacertados, mezcla de bondad y rabia.
Sentía el vacío llenar
cada estancia con la fuerza de una ola devastadora, dejando todo mojado de la humedad de tus besos, allí
donde nuestra amistad se fortalecía como si arrastráramos pesadas
cadenas de compromiso, que lejos de ser una carga, era lo que nos
hacía mantener juntos y evitar cada temporal de lluvia o nieve que
se nos presentaba por el recorrido.

Pronto toda la niebla se
apodero de las estancias, de las alacenas, de los manteles, de las
lámparas y de las velas, y el frío de su presencia me hacía añorar
aquellos instantes donde el calor de tu mirada me hacía ver la
primavera.

Ahora atravieso los
pasillos, intentando orientarme con los brazos extendidos hacia las
paredes para no perderme. Pero es tan fría y solitaria esta estancia, que el tacto de cualquier objeto me recuerda tu cara, dueña de otros tiempos caídos en el olvido.
Ojala yo pudiera rescatar
aquellas caras y momentos caídos dentro del precipicio, recuperar
imágenes del pasado con la escasa memoria que aún conservo de ti, y
ordenar este puzle enloquecido donde los paisajes aparecen
distorsionados bajo la penumbra.

Ignacio Pérez Jiménez.
Colaboran Inmaculada, José Miguel y Rafa.
2 comentarios:
Nos ha encantado la historia, muy buena de verdad. Un saludo.
También aquí nos ha gustado mucho. Artistas! Un abrazo!
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