Llegaste
a mi apartamento y lo llenaste de tus cosas, de alegrías y penas, de luces y sombras, de recuerdos, de lámparas amarillas que me impiden mirar
hacia el cielo.
Llenaste las habitaciones, desde la cocina hasta el baño y mientras todo rebosaba de ti, subí a una mesa para ver la luz de
tus ojos, para cogerte la mano, porque mi mano te busca desesperadamente por todas partes, reclamando todo tu cuerpo.
Sería
capaz de recorrer distancias estelares para tocar tu sonrisa de
estrella dibujada en la noche eterna, allí donde se pierden las
estrellas que una vez cumplieron un sueño.
Dibujos trazados por el firme pulso de una mano enamorada
de los contornos que forman tu cuerpo, vestida por los hilos plateados de la luna, anuncio de la llegada del amanecer, momentos
en que los pájaros trinan para que las llamas del día no
consuman sus oscuras alas y sean clareadas con los primeros destellos
del día.
Ignacio Pérez Jiménez.
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