Los
mitos sobre la luna llena deben ser tan antiguos como la especie, y
tan virales como un tuit de Lady Gaga, pero al menos uno de ellos ha
resultado finalmente cierto: que no deja dormir bien a la gente. Con
la luna llena, las ondas delta en el electroencefalograma —un
indicador estándar del sueño profundo— se reducen un 30%, se
tarda cinco minutos más en conciliar el sueño y se duerme en total
20 minutos menos. Por el momento sigue sin haber evidencias del
hombre lobo.
Si
el lector es escéptico sobre el influjo de la luna llena, lo será
aún más cuando sepa que los dos principales autores del trabajo,
Christian Cajochen y Anna Wirz-Justice, trabajan en un tal Centro de
Cronobiología de un hospital psiquiátrico suizo. Pero lo cierto es
que tanto el centro como el hospital forman parte de la prestigiosa
Universidad de Basilea, y
que los resultados se acaban de publicar en la revista Current
Biology,
una excelente publicación científica poco dada al género gótico.
La
investigación ofrece, según los editores, “la primera evidencia
científica” del efecto de la luna —¿o habría que decir influjo
de la luna?— sobre el sueño humano. Cajochen y Wirz-Justice, en
realidad, van más lejos en su artículo técnico y sostienen que su
trabajo es la primera demostración científica de cualquier efecto
de la luna sobre las personas, sea sobre el sueño o sobre cualquier
otra cosa. Estos científicos admiten algunas evidencias recientes de
que los ciclos lunares afectan el comportamiento de ciertos
organismos marinos, pero certifican que nunca se ha probado nada
parecido en el ser humano. No, ni siquiera los ciclos menstruales. Y
no, tampoco el hombre lobo.
Pero
el influjo de la luna llena sobre el sueño ya se puede considerar
apoyado por los hechos. “El ciclo lunar parece influir sobre el
sueño humano”, dice Cajochen, “incluso cuando el individuo no ve
la luna y ni siquiera conoce cuál es la fase lunar en ese día”.
El equipo ha hecho un gran esfuerzo por erradicar esos y otros sesgos
de sus mediciones, y ha trabajado en doble ciego: ni los sujetos ni
los investigadores de base sabían realmente de qué iba el estudio
de Cajochen. Esto evita el efecto placebo y otros efectos
relacionados con las cosas raras en que suele creer la gente.
Los
científicos utilizaron a 33 voluntarios de dos grupos de edad, y les
hicieron dormir en el laboratorio, situado como queda dicho en un
hospital psiquiátrico de la Universidad de Basilea. No se fiaron de
sus descripciones subjetivas sobre la calidad de su sueño —aunque
también las recabaron—, sino que les sometieron a una batería de
aparatos y analíticas para medirla: registro electroencefalográfico,
estructura del sueño, fases de movimientos rápidos de los ojos o de
la falta de ellos y secreción de melatonina y cortisol, dos de las
hormonas más relacionadas con el simple acto de dormir.
La
actividad cerebral es lo bastante diferente en la vigilia y en el
sueño como para detectarse desde fuera del cráneo con técnicas
neurológicas tan venerables como el electroencefalograma (EEG), que
no percibe la actividad de cada neurona, sino la de muchas que se
disparan al unísono, o establecen armonías identificables.
Una
correlación bien establecida se da entre el sueño profundo, cuando
los ojos dejan de dar sacudidas, y una onda de EEG llamada delta. Y
el principal resultado de Cajochen y sus colegas de Basilea es que la
actividad de onda delta se reduce en un promedio del 30% en la fase
de luna llena. El trabajo parece minucioso, estadísticamente
significativo, y ha pasado los controles de una revista científica
revisada por pares.
"Es
la primera evidencia fiable de que un ritmo lunar puede modular la
estructura del sueño en las condiciones altamente controladas de un
protocolo de laboratorio circadiano y sin pistas sobre el tiempo",
dicen Cajochen y sus colaboradores. No sé ustedes, pero yo no me
presentaría como voluntario a uno de estos estudios suizos.
Si
el hombre lobo existiera, tendría insomnio. No lo olviden.
La Redacción del blog. Extraído del diario "El País".
No hay comentarios:
Publicar un comentario