Veo
tu pequeño cuerpo combatiendo con las ligeras olas de la orilla,
suaves caricias que besan tu piel con la compañía del viento
entrecortado mientras en tu mano sujeta un cubo y una pala.
Y
te veo solo, mirando largamente la distancia del horizonte, como el
que se atreve a recorrerlo, de un extremo a otro, impulsado por la
imaginación infantil. Como si fueras a convertirte en navío, cambio
de cuerpo de carne en madera o metal, transformación propia de la
marea cuando yace junto a las sirenas, hablando un idioma configurado
de agua dulce.
Te
veo riendo en consonancia con el ritmo del oleaje, dejando que su
furia acuática te desplace.
Por
las noches, cuando te veo dormido en tu cama, me imagino que
siligiosamente entro en tus sueños y participo de tus aventuras de
caballeros, hadas y brujas, transitando por un territorio encantado.
A
veces me pregunto si ese verdor brillante de tus ojos son herencia
mía o de otra persona y si cuando veo tu carita graciosa e inocente
llenarse del encanto impulsivo de tus gestos infantiles, creo que
eres una parte antigua a la que yo pertenecía y que abandone sin
querer con el transcurrir imbatible del tiempo.
Otras
veces me pregunto cómo puedes correr tanto sin cansarte y cuando
acabara esa energía inagotable que te envuelve, con tus pequeñas
piernecitas doblándose continuamente, como una cortina desplegada al
viento.
Este
niño carece de nombre, sin embargo, posee todos los nombres del
mundo, todas las bondades humanas, las primaveras sonrientes y los
veranos cálidos, los días de sol y los juegos guardados en la
memoria de los parques, los corazones que se entregan ilusionados al
ritmo de una melodía, y las notas de un pentagrama que entona
infinidad de canciones, que nunca resuenan con estridencias, ese niño
simplemente es… mi hijo.
Luz
de sol radiante y luna tibia que llena mis días de infinidad de
alegrías.
Ignacio Pérez Jiménez.
2 comentarios:
Profundo, emotivo y muy sentimental.
Un saludo cordial.
Me ha resultado muy emotivo.Felicidades Ignacio
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