miércoles, 19 de septiembre de 2012

UNA DE PERDEDORES.


La observo. Ella me mira detenidamente. No estoy acostumbrado a ese tipo de reacciones en las chicas. Por lo general paso desapercibido. Pongo el cigarro en el cenicero. Echo un vistazo al local. Hay fotografías grandes dispersas por toda la cafetería-restaurante . Me fijo con especial atención en una que se encuentra justo delante de mi. Es una fotografía de Marilyn Monroe. Tiene una mirada penetrante, intensificada por lo largo que se ha pintado las pestañas. También tienen una mirada dulce, llena de humanidad, combinada con cierta provocación. Es una expresión que solo Marilyn puede conseguir. Por alguna razón ella es única y lo demuestra enteramente en esta fotografía. Compruebo que hay más fotos de actores y actrices antiguos, de la época en que los sueños se rodaban en blanco y negro. Es un estilo recurrente de estos locales caracterizar sus paredes con este motivo pero siempre resulta agradable, estiloso y acogedor. No resulta para nada un motivo sobrante. Aparece Paul Newman vestido de vaquero, con un cigarro colgando voluntariamente de la boca unos centímetros. También esta Audrey Hepburn. Cuando un hombre afirma que prefiere a Audrey que a Marilyn, creo que miente como un bellaco.

A todos los hombres les encanta el estilo sexy de Marilyn. Recuerdo la primera vez que vi a Marilyn llevaba un vestido muy ceñido. Creo que era de color rosa y estaba llena de joyas. Descendía por una escalinata y estaba rodeada de hombres que vestían muy elegantemente, como intentando pretenderla. Recuerdo a mi madre ataviada con una bata del mismo color, sentada en una butaca y con las piernas dobladas sobre el cojín. Encima de las rodillas había un cuenco lleno de palomitas. “Me encanta esta película. Marilyn es maravillosa” me dice.

Vuelvo a pensar en la chica detrás del mostrador. Me sigue mirando. Empiezo a pensar que me conoce de algo. Quizás era una compañera de clase de mi infancia. Alguien que entre el cumulo de gente que esta charlando y consumiendo cerveza ha relacionado mis facciones con las que yo tenia de niño. Lo cual conducirá, si se entabla un dialogo a conversación de días antaño donde yo me empeñaba en golpear la pelota del mejor modo posible para quedar bien considerado y no pertenecer al grupo de los débiles. Lleva una camiseta de Los Ramones. Le gusta el “punk ”, por lo tanto debo creer que no le gustara el “pop”, que desdeñara a los mismísimos Beatles, que desdeñara mi colección de discos importados de Inglaterra y seguramente se pondrá loca en un concierto y que se pondrá a dar gritos bajo los efectos de una enérgica música atronadora, lo cual me parece legitimo.

Me sigue mirando. Me empieza a desconcertar. Puedo adivinar sus pretensiones. Ahora llega el momento delicado. Cualquier gesto que yo pueda hacer conlleva un riesgo. Si algo he aprendido de las mujeres a través de mis escasas relaciones es que son imprevisibles. Uno no sabe como van a reaccionar o como te van a interpretar. El cigarro sigue consumiéndose, relegado al olvido, posado sobre el borde del cenicero.

La chica desinteresada mira en otra dirección. Estoy seguro de que tras la observación viene la conclusión. La miro repetidas veces. Intento comprobar si su interés es lo suficientemente grande como para fijarse otra vez en mi con la misma atención pero ella esta ocupada en sus quehaceres, en ordenar los platos, en atender los clientes haciendo sus peticiones...finalmente compruebo que no tiene interés en mi o al menos el mismo que tenia. Se ha esfumado. Recojo el cigarrillo y decepcionado abandono el local. Otra ocasión fallida. Ya vendrán mas. Los perdedores tenemos tendencia a repetir los tantos. Por algo somos perdedores. Exhalo una bocanada de humo para volver a adaptarme al exterior y durante el camino entono una canción para animar mi animo un poco ensombrecido.

Ignacio Pérez Jiménez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bonito relato. Hace tiempo que esperaba que Ignacio se prodigase por el blog. Bienvenido de nuevo. No tardes mucho en publicar el siguiente.