miércoles, 10 de septiembre de 2014

FROZEN, HELADO. (POESÍA)

Uno mi aliento junto al tuyo, 
y me imagino que  este cruento invierno
se caldea con los besos que me das, 
que se derrite la nieve que se acumula 
en los rincones y las esquinas 
de esta desvencijada ciudad, 
como si la invasión de un reino de hielo  
apoderarse de la urbe quisiera, 
dejando su huella helada en los viandantes 
y las estructuras vivas de los edificios. 

Este invierno sacudido, 
con furia, por el  viento y la lluvia, 
es tranquilidad y reposo en tus brazos, 
refugio soñado de las almas prisioneras 
de un amor que va dictaminado sus reglas 
a través de nuestros abrazos apasionados, 
y el invierno parece alejarse 
con sus tropas de nubes guerreras 
y viene a reemplazarlo un eco 
de pájaros volando y un cielo claro 
como  tus ojos  que llena el mundo de alegría, 
con un sol que a cambio de nada 
regala cálidos rayos de sol a su alrededor.

Me gusta verte sonreír 
porque siempre que lo haces 
parece que el sol que se esconde 
en tu boca saliera a saludarme 
en toda su plenitud 
y no me da miedo que me ciegue su luminosidad 
sino que me abro a ella 
como una flor sedienta de luz, 
despertando sentidos ocultos 
que alzaran el canto de los pájaros 
a sonoridades imprevisibles, 
tan altas como ese cenit engalanado 
de blancas nubes que nos gobierna.

Me gusta coger tu mano, 
quizás porque en ella están las claves 
que descifran el lenguaje de nuestro amor,
porque a través de la unión 
de nuestras manos quedan impresas 
gotas de cariño como de roció, 
como la fuerza desbordante 
de un beso dado en el momento 
propicio de los amantes.

Ignacio Pérez Jiménez.

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