miércoles, 19 de febrero de 2014

PARA UN CUENTO DE PRINCESAS.


Hay princesas por doquier, princesas rubias, princesas morenas,  princesas pelirrojas, princesas que se asoman al espejo para pintarse los labios antes de salir,...

Las princesas tienen al amanecer el sol asomando en la mirada. Las princesas comparten con generosidad. La suavidad de sus palabras es comparable a la de las tibias pieles donde dejo remarcados mis besos, en mejillas redondeadas perfectas.

Me gusta el tono afectuoso de vuestras palabras. Expresáis amor con cada detalle, con cada gesto, unión idílica de romanticismo y amores ideales,  que van quedando almacenadas en la memoria de los hombres y el tiempo.

Que maravilla ser príncipe en vuestro mundo de princesas. Reconozco que mi caballo no es hermoso, ni pertenece a una raza de alta alcurnia, soy frágil como los papeles donde se escriben los sonetos de los desenamorados que no llegan a ningún destino, salvo la soledad insondable que reina detrás de muros.

Me siento bien en vuestra compañía. Que feliz soy queriendo vuestras voces, y vuestros cuerpos. La ternura de vuestras caras, llenas de gesticulaciones, de signos que indican un emocional mundo interior, a veces barrido por el dolor y otras invadidos por la alegría más radiante y fresca, pero siempre frágil y vulnerable, se os nota como una señal que no podéis ni queréis negar.

Ignacio Pérez Jiménez.

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