Va cayendo la noche. Se va
la noche adornando de estrellas y se va tu mirada en la bruma,
alejándose a pasos agigantados de mí y de mi destino.
Te vas yendo dejando a tu
paso una hilera de estrellas relucientes que con el tiempo
se irán desgastando hasta quedarse sin rostro.
Te vas yendo pero
continúas anidando en mi pensamiento con la fuerza arrebatadora de
una ola, invadiendo con la fuerza del agua los últimos paraísos que por ti construí en mi interior.
Te vas yendo, voy
perdiendo tu imagen y la marca de tus besos, como un barco que
emprende un viaje que no retornara jamás. Y me quedo pobre y
sediento, hambriento de tus caricias y tus besos implorando llenar tu
vacío con algo que no sean estas lágrimas saladas que por mi tierna
mejilla están cayendo, abandonadas a la soledad más absoluta.
Te
vas y esa es la realidad que tengo que enfrentar. Adiós al roce
suave de tu mano oprimiendo la mía, adiós a los besos con
reenvió, a las tardes con café, a las promesas cumplidas, a las
expectativas que esperábamos alcanzar…te vas y eso es todo. Y lo
único que me queda es soñar que algún día retornaras a mi lado,
que estarás junto a mí en la cama, en un lecho de
estrellas, recogidas en una noche bella.
No tengo opción. Adiós. Quizás mañana vuelva a recordarte. De momento es mejor
el olvido y la espera en silencio de un amor que sustituya al tuyo.
Ignacio Pérez Jiménez.
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